martes, 10 de enero de 2012

Cierto olor a podrido...


La muerte a veces sienta tan mal que ni siquiera te deja tiempo para mandar un whatsapp a los de ahí fuera. "Oye, que me he muerto". Algo así le debió ocurrir a José Luis Martín Vigil, que se largó hace un año y ni lo tuiteó ni nada, no fuéramos a enterarnos. Y eso que él era imbatible en la comunicación 2.0. Su empeño por devorar el presente, por no quedarse atrás, le sirvió para seguir conectado al mundo desde aquel ático junto al Retiro en el que tantas tardes pasé. Sí. Tantas.

Hoy, la prensa se ha hecho eco retumbón del teletipo urgente; del scoop de una muerte no anunciada. Nunca antes había leído una esquela así de caducada. Como él escribió, y perdón por la boutade, con ese cierto olor a podrido. No debe molar nada que te sacudan el botafumeiro cuando tú ya estás a otra cosa. Pero supongo que hoy no había otro cadáver más exquisito para rellenar el folio en blanco de las necrológicas:

-¿La ha palmado alguien gordo?
-Qué va.
-Pues tira de archivo.
Así hablan los periodistas.

En el segundo cajón de la mesilla guardo un paquete lleno de cartas. En una caja comprada en los chinos guardo un paquete lleno de cartas. En una carpeta forrada con fotos de Kurt Cobain guardo un paquete lleno de cartas. Hay cientos. Todas de Martín Vigil. Las que yo le mandaba quizá hayan desaparecido. Quizá no.

Cuando adolescente, cuando creía que la vida era un cúmulo de soplos al corazón (luego ha resultado ser así), me leí todos sus libros de modo casi compulsivo. Los que se convirtieron en best sellers, los que eran folletines y los que comían polvo en la sección de novedades. El ansia por crecer más rápido me llevó un día a la puerta de su casa. Nada sabía yo de su presunta rara vida. Nadie me lo contó y nada me habría importado. Mis escasos 15 años no daban para pensar mal de alguien que, con amor, con devoción y con inteligencia desbordante, me iba regalando las llaves de la madurez. Una a una. Y frenaba mi ansia por crecer más rápido.

No debería arrepentirme de haber cortado el cordón cuando ya no lo necesitaba. Aun así, lo hago cada día. Cosa absurda, porque él ya sabía que ocurriría. Por eso, me dejó volar y ni siquiera me preguntó a dónde iba. No le hacía falta.

Martín Vigil fue mi abuelo epistolar, mi Iturrioz antes de que yo supiera de árboles barojianos. Gracias a él ahora estoy aquí y ahora escribo estas líneas. Y gracias también a mis padres, que más de una vez me dejaron en la puerta de su casa y esperaron pacientes a que charláramos él y yo. Seguramente, ellos sí sabían de su presunta rara vida. Nunca me lo contaron y nunca les importó.

Abuelo, tú no hagas caso de lo que diga la prensa. Pero, para otra vez, avisa.

P.D. Esto lo he escrito a cuento de esto otro: http://www.elmundo.es/elmundo/2012/01/09/cultura/1326124036.html?cid=GNEW970103
P.D. 2. Como os gusta eso de "cura maldito". Malditos curas.

10 comentarios:

  1. Qué suerte haberle conocido, haber compartido con él conversaciones. Qué más da si tenía una vida «rara» cuando, probablemente, esa experiencia y día a día era la que iba generando una literatura que nos cautivaba a todos.
    Me ha gustado mucho tu entrada.

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    1. Lo que para unos es vida "rara" para otros sólo es "vida". Seamos de los segundos. Gracias...

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  2. Como ya no estoy en el curso, leo tus palabras donde puedo. Y me gustan. Enhorabuena, David, por tu talento.

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    1. Donde puedas y donde quieras. Ya sabes las carreteras por las que circulo, así que nos vemos en las gasolineras. Despacito y buena letra.

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  3. Yo no soy adolescente, pero me une a ti un cordón virtual. Yo soy la vieja, tú el joven. Tú eres el maestro y yo la alumna.
    Me gusta tu homenaje, y tus letras todas juntas, y tu blog que acabo de descubrir.
    Este es el principio y deseo que tarde mucho tu final, y el nuestro. Que "pa" fin del mundo ya está el de tus poetas.
    Un de todo lo bueno.

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    1. Se me eriza la piel al leer tus palabras. Me gustan también tus letras todas juntas... Ojalá que todos, viejos poetas de vida joven, nos juntemos allá en el fin del mundo. Otro de todo lo bueno para ti.

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  4. poeta tú también

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    1. sólo intento intentarlo, aunque ni siquiera aspiro a conseguirlo. Gracias. Muchas.

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  5. Me gusta confiar ciegamente en todo lo que nos recomiendas(desde aquí y desde los blogs de todas las revistas donde has escrito)...aun que ni siquiera sea tu intención.. Gracias

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  6. Nunca nos dejas indiferente, David, como tampoco lo hacía Martín Vigil. Si no llega a ser por tí y por tu emotivo y digno homenaje, ni me entero. D.E.P.

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