sábado, 5 de marzo de 2011

Virginia


Un fallo técnico precipitó el coma. La clínica se quedó sin red eléctrica justo cuando tres monjas se disponían a bajarla al quirófano. Era una operación de esas que llaman domésticas. Riesgo mínimo.
Pasado un rato, apenas unos minutos, volvió la luz y las poleas del ascensor retomaron su cadencia. Pero ya nada se podía hacer. Comenzaba así una nueva etapa en la vida de Virginia. Un acta de defunción fue suficiente para zanjar el asunto sin levantar sospechas.

Las monjas dirigían uno de esos hospitales en los que las mujeres de los futbolistas se ponían tetas como balones y las viejas glorias la piel tersa cual tambor. Crucifijos en las habitaciones, silencio sepulcral y hermanitas cabizbajas empujando carros repletos de prótesis mamarias. Virginia fue para ellas su mejor conejillo de indias: un bello y joven vegetal siempre dispuesto a probar los revolucionarios avances de la cirugía. Un monstruo.

(La historia es real).

2 comentarios:

  1. Tenebrosamente real, diría yo...

    Gracias por esta buena entrada

    Saludos

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  2. Como dicen en mi tierra: Quina por!!!

    Buen post! Mua!

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