sábado, 27 de noviembre de 2010

La nueva ola (de frío)


Hace frío ahí fuera, pero ayer logré aplacarlo y entrar en calor (en mucho calor) a golpe de multitudes rockeras. Tocaba concierto de Loquillo y, una vez más, descubrí que me gusta más que otros a los que luego pincho en Spotify con cierta inercia pop. Bailé las que no me sabía, tarareé las que me sonaban y me reventé la garganta cuando el gran Sabino Méndez salió a escena e intentó soltar un discurso de los suyos entre aplausos y jaleos. Por cierto, Sabino también escribe libros tan brilantes como Hotel Tierra (Ed. Anagrama).
Con Loquillo me pasa que me vuelven las ganas adolescentes de ser una rock and roll star. Genio, tupé y figura de casi dos metros, el tío va y llena el escenario con ese ego desmedido que solo (ahora solo va sin tilde) poseen ciertos elegidos. Desde abajo, yo hacía lo que podía mientras la mejor corista que jamás habría soñado una banda de rock me anunciaba su próxima boda. Juntos nos reímos al comprobar que antes sólo bailábamos y que ahora nos enamoramos, nos casamos y nos vamos pronto a casa. La madurez también debe ser eso. Nada que objetar.

Otra cosa: la cuenta atrás para mi nueva aventura bloggera ha comenzado, pronto lo descubriréis, pero lucharé contra la pereza y mantendré este pequeño rincón de desahogos porque hasta le he cogido cariño.

P.D. Recomendaciones literarias para un día polar: genial hasta lo indecible es el libro Por partes, del finlandés Kari Hotakainen (Ed. Meettok), en el que un escritor vacío de ideas contrata los servicios de una tendera de lanas de 80 años para que le cuente su vida. De sus alucinantes encuentros con la peculiar señora nace una novela que no siempre se ajusta a la realidad prevista...
Lo siguiente que tengo entre manos me llegó hace unos días de Periférica: El jardín, de Constance Fenimore, y La declaración de George Silverman, de Charles Dickens. Empezaré por Dickens, sin duda. Dos relatos ilustrados que inauguran una nueva colección de la editorial y que tienen una pinta más que estupenda.
P.D.2. Howe Gelb & A Band of Gypsies me gusta como banda sonora rara para acabar el mes. Fusión de "americana" y flamenco a manos del ex Giant Sand y Raimundo Amador. No se puede pedir más.
P.D.3. La foto es de The Ice Storm, peliculón de Ang Lee que viene al pelo con este frío.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Ya era hora


Podría decir mil excusas y ninguna sería cierta. Si no he actualizado el blog en estas tres semanas es por vagancia pura. Y dura. En tanto, he trabajado por dinero, que siempre se me da mejor que hacerlo gratis, y he firmado un nuevo plan de ataque a través de la web del que pronto tendréis noticias. Todo sea con tal del maldito libro, ése que nunca sale.
También he leído.
-Vidas escritas, de Javier Marías (DeBolsillo): Lo encontré dentro de una caja olvidada en un altillo y lo devoré con curiosidad malsana. La curiosidad mató al gato, pero mi gato sigue vive y no hace más que olisquear donde no debe. El libro va de biografías de escritores, así que ahora puedo contar chascarrillos coprófilos sobre James Joyce para animar veladas. De aquí a bufón, un paso.
-Llamadas telefónicas, de Roberto Bolaño (Anagrama): debería haberlo leído hace mucho, lo sé. Escribe como Dios, eso ya no hace falta recordarlo. Cada relato es más genial que el anterior. Además, en el primero me sentí identificado porque a veces el ego se me dispara sin querer.
-Mal trago, de Tennessee Williams (Errata Naturae): decepción y morbo a partes iguales. Como dramaturgo no hay quien le tosa, pero sus relatos se me hacen cuesta arriba. Demasiada descripción vacua para llegar al mismo punto que en la mayoría de su obra: sexo, tragedia y sudor americano.
-El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan, de Patricio Pron (Mondadori): intuía que me iba a gustar y acerté. Todavía no lo he terminado, así que seguiré informando más adelante.
Para el final he dejado a Richard Yates, porque sospecho que sus Once maneras de sentirse solo (RBA) me dejarán tan flipado como el resto de su obra. Yo lo que quiero es vivir en Staten Island y comer apple crumble sin parar frente a la bahía de Manhattan. Menuda película.

P.D.: No sé cómo lo haré a partir de ahora, pero prometo mantener con vida este pequeño rincón catártico con el que tanto disfruto.
P.D.2: Ayer me dio por Simon & Garfunkel, el mejor recuerdo musical de mi infancia. Sigo pensando que I am a rock es un temazo. Aquí
P.D.3.: La foto es de Paul Simon y Art Garfunkel. Mirando atrás.