sábado, 18 de diciembre de 2010

Top Ten 2010. CINE


Pensé que 2010 sería mi año y mío ha sido, aunque con altibajos. Ahora, a punto de empezar 2011, estoy convencido de que esta vez me toca de verdad. Mientras caliento motores con subidón de adrenalina voy a ir dejando mis top ten de cosas varias. Empiezo con películas (las que he visto este año, aunque se estrenaran en 2009), pero habrá más (canciones, libros, restaurantes-bares...). Por si alguien quiere tomar nota. Besos.

1. LA CINTA BLANCA, de Michael Haneke: una obra maestra, una de las mayores que he visto en los últimos años. Violenta, poética, brutal, inquietante... Nunca entenderé porque "El secreto de sus ojos" le arrebató el Oscar. No hay color.

2. LA CARRETERA, de John Hillcoat: pensaba que, después de haber leído el libro de Cormac McCarthy, saldría decepcionado. No fue así. Me pareció apabullante, el retrato perfecto de una distopía que da pánico imaginar.

3. DONDE VIVEN LOS MONSTRUOS, de Spike Jonze: el mejor cuento de la generación Peter Pan. Emotiva, intensa, repleta de mensajes... y con una banda sonora genial. One, two, three!!!!

4. CANINO, de Giorgos Lanthimos: este alumno aventajado de Haneke me dejó descolocado con sus 94 minutos de desasosiego. La familia bien, gracias. Lo mejor, el caos lingüístico al que son sometidos estos hijos encerrados en una jaula de cristal.

5. BIUTIFUL, de Alejandro González Iñárritu: la crítica la ha machacado, pero yo salí impactado gracias a la colosal interpretación de todos los actores (Bardem se sale y los demás también). Un drama de narices, eso también.

6. SHUTTER ISLAND, de Martin Scorsese: Mark Ruffalo casi se come con patatas a un brillante DiCaprio en esta trampa cinematográfica del gran Marty. El guión es redondo por eso mismo, por tramposo, y la estética, impresionante.

7. LA RED SOCIAL, de David Fincher: aunque de momento no ha superado la grandeza de Zodiac, Fincher se marca una epopeya genial a partir del gran culebrón de la era 2.0. Los diálogos de Sorkin son dignos de análisis en la facultad.

8. MADRES & HIJAS, de Rodrigo García: sólo por el tour de force entre dos grandes como Naomi Watts y Annette Bening ya merece la pena verla. García se ha convertido en el gran director de mujeres del siglo XXI. Cuidado, Almodóvar.

9. GAINSBOURG. VIE HÉROÏQUE, de Joann Sfar: me encantó verla el día que España ganó el Mundial, me encantó escuchar todas sus canciones, me encantó Laetitia Casta a lo BB y me encantó el alter ego de Gainsbourg. El film retro del año.

10. UN HOMBRE SOLTERO, de Tom Ford: se le puede acusar de manierista en sus planos de sobrecargada belleza, en sus trajes impolutos y en lo que queráis, pero el trabajo de Colin Firth y Julianne Moore (y lo guapos que salen) puede con todo.

viernes, 10 de diciembre de 2010

55 minutos warholianos


Predijo Andy Warhol que en el futuro todo el mundo tendría derecho a sus 15 minutos de fama. Dicho y hecho. Estamos en 2010 y hasta el más tonto hace relojes y los vende en prime-time. Mercedes Milá reinventa el concepto de infortainment y bucea en las alcantarillas en busca del más chusco todavía. Los que se compran un adosado lo muestran por la tele como si fuera la casa de verano de Rockefeller. Inventamos mujeres ricas a las que las firmas prestan bolsos caros para que parezcan menos fulanas. Las amantes de los primos de los toreros se forran de tele en tele enseñando las bragas mancilladas a cambio de un cheque en blanco. Etc.

Y yo, mientras tanto, he participado en el programa "Un día en la vida" gracias a la ilusión de Faela Sainz, Rosana Alonso y todo el equipo de Radio Televisión Castilla y León. 55 minutos me servirán para superar en 40 las predicciones de Warhol. Mola.

Se emite mañana, sábado 11 de diciembre, a las 18.30 en el Canal 7 de Castilla y León. También en internet, en su página web.

Aquí está la prueba de que no miento :)

P.D. Perdón por dedicar este espacio al autobombo, pero no me quedaba otra.
P.D.2. La foto es de Warhol haciendo una foto, claro.
P.D.3. Banda sonora a cargo de Patti Smith (para que todo quede en casa).

lunes, 6 de diciembre de 2010

Hoy titula Dickens


La felicidad no es hacer lo que quieres, sino querer lo que haces. Y en esas estamos, siguiendo a Sartre, que era bisojo y tenía mirada de lince para bucear en nuestros quehaceres internos. Suyas leí el año pasado Las palabras (Ed. Losada) y enseguida las coloqué en el top ten de lecturas favoritas.
Prometí que actualizaría este blog para quien quisiera leerlo a pesar de que ahora tengo otro no sé si tan molón pero sí repleto de comentarios (no es ira, es percepción). Podéis verlo aquí y entreteneros un rato hoy que llueve.
Por cierto, recomendaciones literarias para no mojarse:
-La declaración de Georges Silverman, de Charles Dickens. La editorial Periférica ha lanzado una nueva colección ilustrada (en este caso, los geniales dibujos son de Ricardo Cavolo) y lo ha hecho con uno de mis autores favoritos. El cuento es bestial, tan poliédrico que deberé leerlo varias veces para indagar en sus posibles interpretaciones. Los personajes son auténticos arquetipos de las diferentes caras de la miseria humana, una bestialidad. Lo recomiendo con fervor.
-El apocalipsis de los trabajadores, de Valter Hugo Mae (Ed. Alpha Decay). Me llamaba la atención este portugués, considerado en su país "the next best thing", como dicen los yankees. Valter no utiliza mayúsculas jamás, lo que provoca que sus textos parezcan torrentes de palabras imposibles de frenar. Eso me gusta, aunque al principio puede atascar la lectura. Por lo demás, retablo irónico de la sociedad que, de momento, me está dando tralla.
-Pasado compuesto, de François-Marie Banier (Ed. Libros del Silencio). Siempre me han interesado las historias de la sociedad francesa hija de la Segunda Guerra Mundial. Como buen narcisista cultural y aspirante a oráculo de la nueva era, desde muy pronto me apunté al club de fans de la nouvelle vague, y de eso va un poco el libro. Cinefilia literaria porque la historia de esta familia burguesa contada por Banier (actor, guionista y sobre todo fotógrafo) tiene mucho que ver con las pelis de Rohmer y la obra del gran Cocteau.

P.D. La música para acompañar todo esto, de Badly Drawn Boy. Uno de mis favoritos últimamente. Escucha Too Many Miracles
P.D.2. La foto es de Anna Karina cortando el rollo en Pierrot le Fou. Alegoría de eso, de que corto el rollo. Feliz puente.

sábado, 27 de noviembre de 2010

La nueva ola (de frío)


Hace frío ahí fuera, pero ayer logré aplacarlo y entrar en calor (en mucho calor) a golpe de multitudes rockeras. Tocaba concierto de Loquillo y, una vez más, descubrí que me gusta más que otros a los que luego pincho en Spotify con cierta inercia pop. Bailé las que no me sabía, tarareé las que me sonaban y me reventé la garganta cuando el gran Sabino Méndez salió a escena e intentó soltar un discurso de los suyos entre aplausos y jaleos. Por cierto, Sabino también escribe libros tan brilantes como Hotel Tierra (Ed. Anagrama).
Con Loquillo me pasa que me vuelven las ganas adolescentes de ser una rock and roll star. Genio, tupé y figura de casi dos metros, el tío va y llena el escenario con ese ego desmedido que solo (ahora solo va sin tilde) poseen ciertos elegidos. Desde abajo, yo hacía lo que podía mientras la mejor corista que jamás habría soñado una banda de rock me anunciaba su próxima boda. Juntos nos reímos al comprobar que antes sólo bailábamos y que ahora nos enamoramos, nos casamos y nos vamos pronto a casa. La madurez también debe ser eso. Nada que objetar.

Otra cosa: la cuenta atrás para mi nueva aventura bloggera ha comenzado, pronto lo descubriréis, pero lucharé contra la pereza y mantendré este pequeño rincón de desahogos porque hasta le he cogido cariño.

P.D. Recomendaciones literarias para un día polar: genial hasta lo indecible es el libro Por partes, del finlandés Kari Hotakainen (Ed. Meettok), en el que un escritor vacío de ideas contrata los servicios de una tendera de lanas de 80 años para que le cuente su vida. De sus alucinantes encuentros con la peculiar señora nace una novela que no siempre se ajusta a la realidad prevista...
Lo siguiente que tengo entre manos me llegó hace unos días de Periférica: El jardín, de Constance Fenimore, y La declaración de George Silverman, de Charles Dickens. Empezaré por Dickens, sin duda. Dos relatos ilustrados que inauguran una nueva colección de la editorial y que tienen una pinta más que estupenda.
P.D.2. Howe Gelb & A Band of Gypsies me gusta como banda sonora rara para acabar el mes. Fusión de "americana" y flamenco a manos del ex Giant Sand y Raimundo Amador. No se puede pedir más.
P.D.3. La foto es de The Ice Storm, peliculón de Ang Lee que viene al pelo con este frío.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Ya era hora


Podría decir mil excusas y ninguna sería cierta. Si no he actualizado el blog en estas tres semanas es por vagancia pura. Y dura. En tanto, he trabajado por dinero, que siempre se me da mejor que hacerlo gratis, y he firmado un nuevo plan de ataque a través de la web del que pronto tendréis noticias. Todo sea con tal del maldito libro, ése que nunca sale.
También he leído.
-Vidas escritas, de Javier Marías (DeBolsillo): Lo encontré dentro de una caja olvidada en un altillo y lo devoré con curiosidad malsana. La curiosidad mató al gato, pero mi gato sigue vive y no hace más que olisquear donde no debe. El libro va de biografías de escritores, así que ahora puedo contar chascarrillos coprófilos sobre James Joyce para animar veladas. De aquí a bufón, un paso.
-Llamadas telefónicas, de Roberto Bolaño (Anagrama): debería haberlo leído hace mucho, lo sé. Escribe como Dios, eso ya no hace falta recordarlo. Cada relato es más genial que el anterior. Además, en el primero me sentí identificado porque a veces el ego se me dispara sin querer.
-Mal trago, de Tennessee Williams (Errata Naturae): decepción y morbo a partes iguales. Como dramaturgo no hay quien le tosa, pero sus relatos se me hacen cuesta arriba. Demasiada descripción vacua para llegar al mismo punto que en la mayoría de su obra: sexo, tragedia y sudor americano.
-El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan, de Patricio Pron (Mondadori): intuía que me iba a gustar y acerté. Todavía no lo he terminado, así que seguiré informando más adelante.
Para el final he dejado a Richard Yates, porque sospecho que sus Once maneras de sentirse solo (RBA) me dejarán tan flipado como el resto de su obra. Yo lo que quiero es vivir en Staten Island y comer apple crumble sin parar frente a la bahía de Manhattan. Menuda película.

P.D.: No sé cómo lo haré a partir de ahora, pero prometo mantener con vida este pequeño rincón catártico con el que tanto disfruto.
P.D.2: Ayer me dio por Simon & Garfunkel, el mejor recuerdo musical de mi infancia. Sigo pensando que I am a rock es un temazo. Aquí
P.D.3.: La foto es de Paul Simon y Art Garfunkel. Mirando atrás.

sábado, 9 de octubre de 2010

No he leído (casi) nada de Vargas Llosa


Sólo La tía Julia y el escribidor, pero hace tanto que ni me acuerdo. Se admiten insultos.
El año pasado me doblé de risa cuando le dieron el Nobel a Herta Müller y los opinadores culturales (esos a los que se suele llamar previo pago para que se tiren el pisto en los suplementos literarios), disimulaban fatal que de tal señora ni el color del tinte sabían. Ahora que la Academia Sueca ha premiado a un señor que vende libros como churros me callo la boca porque todos lo han leído y yo no. Lo reconozco Me da una pereza inmensa. No me interesan sus historias. No me enganchan. Comencé La ciudad y los perros y no hubo manera. El de la tía Julia me entretuvo más, quizá por el morbo de lo autobiográfico. No sé, no me acuerdo mucho así que prefiero no explayarme, no vaya a liarla.
García Márquez, su enemigo íntimo, con el que por fin ha quedado en tablas, tampoco me apasiona, pero al menos he leído unas cuantas novelas suyas. Relato de un náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre es una pequeña historia de título kilométrico que leí cuando todavía no me tocaba, por eso la recuerdo bien.
Quizá esta Navidad siga a la masa y me compre algún best seller del Nobel en edición de lujo para adornar la estantería. Puede que Conversación en la Catedral, el segundo mejor de Vargas Llosa según los internautas. Fiabilidad total, vamos.
Yo prefería que hubieran ganado Cormac McCarthy o Haruki Murakami porque ahí sí que controlo. De los dos me quedo con el primero, aclaro. Pero controlo como casi cualquiera de mi generación, con lo cual no puntúa demasiado.
Mi problema, decía, es la literatura del llamado "boom" latinoamericano. No me gusta. Me parecen folletines. Ups.
Otra cosa es Cortazar, otra cosa es Bolaño, otra cosa es Borges, otra cosa es Rivera Letelier. Incluso Walsh y Fogwill. De ahora me enganchan Roncagliolo y Oloixarac, por decir dos, pero habrá que ver cómo crecen.
No es que prefiera a los españoles, insisto. Es que el "boom" me provoca un "zzzz".

P.D.: Enhorabuena a los premiados. Vargas Llosa escribe como dios, de eso no hay duda.
P.D. 2: Me gustaría que hubiera un poco más de debate aquí, que sólo me mojo yo. Para eso es un blog, dirán algunos. Y con razón.
P.D.3: La foto es de García Márquez con el ojo morado por el célebre puñetazo que le soltó Vargas Llosa en 1974. La pelea no tuvo que ver con diatribas literarias, sino con líos de faldas. A los grandes también les pica lo primario. Me gusta la imagen porque Gabo sonríe. Al fin y al cabo, él logró el Nobel mucho antes.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Face books (libros por la cara)


Ya tengo en la mochila el lote de libros para arrancar el curso. Aunque los que más me apetecen faltan aún por llegar, como Picnic en Hanging Rock, de Joan Lindsay, que publica una de mis editoriales favoritas, Impedimenta. De hecho, a veces sueño con ser una adorable escritora de mediados del siglo XX para estar en su cartera de adorables escritoras de mediados del siglo XX. Creo que también influye cierta tendencia a imaginarme a mí mismo aporreando una vieja máquina de escribir en el porche de mi casa de Nueva Inglaterra mientras se hornean los pestiños. En fin.
De lo que hay, que no es muy allá, empecemos por lo fácil: para mitómanos y lectores vagos, Turner traduce el Desayuno con John Lennon de Robert Hilburn, un librito cotilla y rockero para quienes nunca estuvimos de cañas con Kurt Cobain y demás mártires pop. Entretenido.
Más y mejor: la editorial Papel de Liar publica Bestias, de Joyce Carol Oates, otra adorable autora aunque un poco volada. El libro engancha y a esta mujer no sé si le darán algún día el Nobel, pero los rumores apuntan a que Santiago Roncagliolo, traductor del original, se va a llevar el Planeta. Le envidiaré aún más si esto ocurre. Y que conste que se merece que le unten con el pucherazo editorial más cuantioso de nuestro panorama: escribe como dios (con minúscula "dios" de momento) y quien no quiera el Planeta (600.000 euros del ala) es que es tonto. Por último, y otro día sigo con más, acabo de coger con enorme desgana las Suites Imperiales de Bret Easton Ellis (Mondadori) y, francamente, me aburre su empeño por contar vidas de yuppies, bo-bos y demás faunas urbanitas. Para biblias generacionales me quedo con la brillante J-Pod, de Douglas Coupland (El Aleph).
Y que nadie me hable de los libros que van sobre Facebook. Están saliendo como setas. Paso.

P.D.: Otra para mitómanos: Seix Barral publica en octubre los Fragmentos de Marilyn Monroe, textos inéditos de la actriz que demuestran lo inteligente y genial que era más allá de unas mechas perfectas. Por cierto, todo lo que incluye el libro (fotos también) pertenece al legado de la viuda de Lee Strasberg, el creador del Actors Studio. Nada menos.

P.D. 2: Quiero leer ya mismo dos libros de Ediciones Escalera: La habitación, de Hulbert Selby Jr., y Pic, de Jack Kerouac, el escritor con el que comparto gato y mirada penetrante. Nada más que eso pero algo es algo.

P.D. 3: Pongo una foto de Serpico porque me da la gana y porque la voy a ver luego, aunque no tenga nada que ver con el post. Y la cara de Al Pacino siempre da nivel. ¿O no?

lunes, 20 de septiembre de 2010

Ahora sí, es otoño


Ayer fue el día de sacar la colcha (la fina todavía) y bajar del todo la persiana. Hacía fresco en el patio de luces al fin. Me gusta el otoño porque activa mi Mr. Hyde ermitaño. Un alter ego que escribe, lee y se marca objetivos más allá de tomar un aluvión de cañas en la terraza de la esquina. Ya no hay excusa porque no hace calor así que comienza el curso. Se acabó la playa que no pisé, se acabaron las chanclas y se acabó el dejar las cosas para septiembre. Ya es septiembre.
Para celebrarlo, el domingo leí Contra la hipermetropía (Debate), una selección de artículos de Fernando León de Aranoa. Me ha pasado lo mismo con este libro que con el disco Viaje alrededor de Carlos Berlanga: tiene momentos brillantes y otros fácilmente olvidables. Genial el artículo que León dedica a su amigo Javier Bardem, por cierto.
Vayamos al disco: geniales Los Planetas, La Casa Azul, La Bien Querida y Bebe. Lo demás regular. Incluso mal. Fatal. Una pena. Podían haber incluido las Noches entre rejas de Dar Ful Ful, que me gusta casi más que la original. Os pongo la de Berlanga en plan homenaje. Aquí

P.D.: He escrito el post entre miles de llamadas y caos generalizado. Así no se puede. Lo siento.
P.D.: De nuevo, Calvin&Hobbes, esta vez en una foto tomada en un día otoñal. Me habría gustado conocerles en persona.

viernes, 10 de septiembre de 2010

El paso cambiado


Los cambios son buenos. No lo sé. En una semana ha cambiado todo. Mientras esto ocurría, escuché que los bloggers son/somos unos egocéntricos. Yo ya era egocéntrico antes de tener un blog. Es más, hasta el otro día tenía dos blogs, con lo cual era el doble de egocéntrico. Ahora, dinero obliga, sólo me queda este reducto para desahogar inquietudes de las que no dan de comer. Y seguiré haciéndolo porque no molesto a nadie. ¿Molesto? Pues doble clic.
Los cambios son buenos, decíamos. No lo sé. Tengo que hacer cálculos y luego decidiré si suscribo la frase. Maldito parné.
Esta mañana iba leyendo En el punto de mira, de Arthur Miller (Tusquets) y, a la vuelta, de repente vi entre mis manos La ley de la atracción, un libro de autoayuda facilona en el que, supongo, pretendía encontrar la llave del éxito. Mal vamos.
Por lo demás bien.

P.D.: Me ha dado por escuchar esta canción todo el rato. Me sube el ánimo. Os recomiendo la película, por cierto. Una de las mejores que he visto este año.
P.D.2: La imagen es de la peli. (Donde viven los monstruos, de Spike Jonze). La moraleja podría ser: "Disfrutar entre monstruos es posible... si aprendes a esquivar sus patadas". Con el paso cambiado, en fin.

martes, 31 de agosto de 2010

Operación retorno (sin haberme ido)


Cosas que quiero hacer este curso. O mejor dicho: cosas que quiero que me pasen este curso. Feliz incorporación a la rutina para aquellos que volvéis del tostadero. Feliz rutina sin más para quienes siguen en el día de la marmota, como el menda.

1. Publicar mi libro: planté un árbol cuando era pequeño, no tengo hijos pero sí un gato en custodia compartida que me desvela casi todas las noches y ahora he escrito un libro que quiero que lea todo el mundo en formato bolsillo. Aunque sea. Si algún cazatalentos o similar pasa por aquí, que me llame. Gracias.

2. Desayunar en la terraza de casa: no suelo desayunar, pero prometo hacerlo si logro encontrar un apartamento con azotea soleada y vistas al cielo. Lo necesito. Lo necesitamos.

3. Trabajar sólo en lo que me gusta: el dinero no da la felicidad, cada día lo tengo más claro. Lo malo es que da de comer, por eso ando siempre luchando entre dos fuegos. De momento va la cosa bien. Sólo necesito que en un par de trabajos de los múltiples que realizo se animen a pagarme. Porque gratis ya no.

4. Sentarme a escribir: si la primera novela no gusta tendré que inventarme otra. Y dejarme de tanto ego. Digo yo.

5. Leer mucho: eso ya lo hago, pero más. No logro abarcar tanta literatura y eso me enferma.

6. Ver series: Modern family, Glee, la nueva de Scorsese, Mad Men... La lista es interminable y se me acumula el trabajo.Me pondré a ello.

7. Decidir de una vez qué peinado me queda bien: ahora me gusta llevar la cabeza afeitada, pero dudo si dejarlo crecer y recuperar el look de la pasada temporada, quizá más acorde con mis pretensiones literarias. La frivolidad me arrastra, lo sé.

8. Dejar de elaborar listas: mis blogs no son más que decálogos sin ton ni son que me sirven de hilo conductor facilón y apenas provocan reacciones entre el escaso público. O paro de una vez o me rindo a la evidencia y publico un libro sobre el asunto. Igual hasta funciona.

9. No faltar a clase: a pesar de que ayer no llegué a mi cita con el Ashtanga Yoga, que me tiene loco. La culpa la tuvieron los de Carrefour. Olvidaron traerme la bolsa de los congelados y me obligaron a hacer novillos. Me sentó fatal. No volverá a ocurrir.

10. Dejar de fumar: esta vez sí. O no. Lo intentaré de nuevo al menos. Uf. Siempre la misma historia.

P.D.: La foto es del primer libro que me voy a leer, El exterminador hizo bien su trabajo. Juicio contra William Burroughs (Ed. La Felguera). También caerá Vercoquin y el plancton, de Boris Vian (Impedimenta).
P.D.2: Ahora estoy con Mujeres lo bastante ricas, de Honoré de Balzac (Periférica). Genial. Os lo recomiendo.

jueves, 19 de agosto de 2010

Más madera: Oye, lee y ya van 1.000


Al final, este agosto que se aventuraba tan plomizo lo está siendo más o menos, pero el tedio me ha servido para devorar unos cuantos libros y descubrir nuevas músicas, casi como en aquellos años en los que sólo me dedicaba a eso, a luchar por ser el primero en saberlo todo. Craso error, por cierto: sudes lo que sudes, siempre hay alguien que se te adelanta en la escalera hacia el oráculo.
1. Creo que ya hablé aquí de Cold Spring Harbour, de Richard Yates (RBA), pero vuelvo a hacerlo porque me reafirmo en su excelencia. Brutal. También recomiendo Caín, de Saramago (Alfaguara), a quien tenía olvidado hasta que su muerte lo empujó de nuevo a la primera fila de la estantería. Es raro y pierde fuelle según pasas las páginas, pero descoloca y provoca sonrisas, que no está mal. Lo mismo con Formas del amor, de David Garnett, publicado en una de mis editoriales favoritas, Periférica: un poco folletinesco, ok, pero agradable si buscas soñar con un tierno verano de lujurias y azoteas.
Casi se me olvida: entre medias cayó en mis manos La contadora de películas, una pequeña gran joya de Hernán Rivera (Alfaguara) que me ha fascinado. Y que, de nuevo, me ha dado confianza en lo bien que pueden funcionar las novelitas breves, como la que he escrito yo (200 páginas a doble espacio por una cara), que sigue sin encuadernación a la espera de nuevo aviso. (Por favor, que me digan algo YA).

2. Con la música me pasa que en los (largos) ratos de sopor laboral me ha dado por recuperar viejas costumbres y ahora acabo de empaparme de decadencia pop con La Bien Querida. Sé que tenía que haberlo hecho el año pasado, pero ya digo que se me pasó el arroz para mantener ciertas rutinas. Nunca es tarde. Por lo demás, soy "neofan" de Autokratz (Always Love es un temazo y yo sin saberlo), de Northern Portrait, de poder entrevistar la próxima semana a Isobel Campbell (todo lo que canta me en-canta), del último de Charlotte Gainsbourg que robé ayer (IRM se llama) ) y tengo pendiente de que me guste (o no) el de Coque Malla, robado ayer también. Y si robo es porque yo prefiero los cd's originales. Soy un romántico, ya.
Entre esto y el ashtanga-yoga, que despierta mi mente y desencaja mi cuerpo tres días a la semana, se me pasan los días un poco más volando; un poco menos reptando. Ahora ya sólo queda que llegue septiembre y podamos agitar las mentes sin temor a que se caliente la cerveza. Otra, por favor.

P.D.: Ya lo digo yo. He escrito un post facilón y recurrente para celebrar que ya llevo 1.000 visitas.
P.D.2: ¿Cómo se hace para tener un millón de seguidores, casi tantos como amigos en Facebook? Sospecho que esto no tiene tanto tirón como el cotilleo globalizado en la era 2.0. Ni de coña.
P.D.3: La de la foto es Isobel Campbell, que acaba de publicar Hawk junto a Mark Lanegan. Va en el coche porque ha quedado conmigo.

jueves, 29 de julio de 2010

Fahrenheit 451


Fahrenheit 451 es la temperatura a la que arden los libros según nos contó Ray Bradbury en una de las mejores novelas del siglo XX. Pues bien, mis estanterías hoy están a punto de entrar en combustión. El fuego de la calle me lleva a imaginar cómo lo estarán pasando los personajes que pululan por aquí, estrujados entre las páginas y sin resquicios por donde respirar. Veo a la Pobre gente de Dostoievsky, a la Balada de gamberros de Umbral, al Iván Petrovich de Pushkin, a los tipos raros de Millás, a Luis Goytisolo contando sus Cosas que pasan... y me dan ganas de meterlos en la ducha. No lo haré porque los libros ni se prestan ni se mojan. Me conformo con dar una lista rápida de recomendaciones para leer en la piscina, bajo la sombra de un árbol o en la parada de autobús. Feliz ola de calor.

-El lobo, de Joseph Smith: si te gustan los documentales de animales de La 2 con esto vas a alucinar. Una joya.
-Cold Spring Harbor, de Richard Yates: un melodrama tan cinematográfico que desde la primera página te dan ganas de largarte a Hollywood y dirigirlo tú mismo.
-Autorretrato, de Edouard Levé: biografía suicida no apta para quienes necesitan tomar resuello incluso cuando leen en la intimidad.
-Grandes esperanzas, de Charles Dickens: porque si quieres volver a los clásicos lo mejor es empezar por Dickens, creo yo.
-Mosquitos, de William Faulkner: para entender, si acaso merece la pena hacerlo, de dónde viene tanta devoción por la carnaza ajena.
-Jet Lag, de Santiago Roncagliolo: puede que no pase a la historia, pero se trata de un diario entretenido y este tipo escribe francamente bien (siento envidia, sí).
-El extranjero, de Albert Camus: si tuviera que hacer una lista de los mejores libros estivales, éste aparecería el primero. Sería algo así como el Georgie Dann (con perdón) de la narrativa.
-Los diarios de Adán y Eva, de Mark Twain: la evolución de las especies, de la nuestra al menos, contada por un genio con el que me habría encantado irme de cañas.
-Largo viaje hacia la noche, de Eugene O'Neill: el padre del teatro americano se marca una obra maestra con esta catarsis de demonios familiares. Olvidarás hasta el calor que hace.
-El bello verano, de Cesare Pavese: la recuerdo como una novelita iniciática, algo así como El Camino, de Miguel Delibes, pero de inferior calidad. Su título te lleva en bicicleta a las vacaciones de la infancia y por eso, aferrado a la nostalgia, la incluyo.

P.D.: Se admiten opiniones y otras propuestas. Se admite que escriba alguien, en fin.
P.D.2: Ojalá los poderes de los hados se conjuguen y muy pronto pueda colar mi novela en alguna de estas listas en plan autobombo. Os mantendré informados.
P.D.3: Los de la foto son Julie Christie y François Truffaut durante el rodaje de Fahrenheit 451, mi película favorita.

sábado, 17 de julio de 2010

Música para que los tipos duros no bailen


Me he levantado y he puesto Vampire Weekend en Spotify. A falta de FIB bueno es el ADSL. Me veo en la obligación (extraña) de renovar contenidos en este blog en el que (casi) nadie opina pero que alguien leerá, supongo. Porque es cierto que yo entro a menudo a contemplar mi obra, pero setecientas y pico visitas me parecen excesivas incluso para mi ego desorbitado.
Desde que me he enganchado al WordMole de la Blackberry apenas leo, sólo busco palabras largas para completar pantallas (un truco para adictos: "triángulos" casi siempre está). Tengo a medias Los tipos duros no bailan, de Norman Mailer en una edición que en el metro deja a la gente paralizada: está encuadernado del revés, con lo cual parece que se me ha ido la pinza o que estoy haciendo como que leo pero no. El libro está muy bien, pero a las siete de la mañana me despierta más el WordMole. No me preocupa, es sólo una etapa que agotaré en cuanto ahorre para la moto.
Ya he quitado Vampire Weekend para escuchar lo último que más me gusta: Northern Portrait, que son como los Smiths hasta el punto de que a lo lejos podrías creer que es Morrisey tras una operación de nódulos.
No sé si me apetece piscina. Setecientos y pico largos, uno por cada entrada a este blog, le vendrían perfecto a mi zona abdominal.
Siento que en verano no hay nada de qué hablar, que sólo se puede beber horchata y caminar cuando cae el sol. Pero estoy preparando ya los avances de otoño y la cosa promete. He encontrado un par de editoriales que lanzarán un puñado de libros fenomenales para esquivar el tedio. Y con suerte también saldrá el mío. Crucemos los dedos.

P.D. Ahora lo que se lleva es decir que no viste el partido. Parece que he marcado tendencia, mira.
P.D. 2. La asociación de ideas me ha llevado de los tipos que no bailan de Norman Mailer a El color de tus ojos al bailar, de Aviador Dro. La canción del verano. De cualquier verano. Aquí la podéis escuchar
P.D. 3. La foto es de Norman Mailer, cuando publicó en Life un reportaje sobre la llegad a la luna que ahora venden en el Vips en formato libro. Muy aconsejable, por cierto.

lunes, 12 de julio de 2010

Gainsbourg, el (fran)chute


Hoy es el día en que todos cantan wakawaka y no sé qué onomatopeyas más a cuento de un tal gol, pero yo lo que quiero es aprenderme esto sin titubear: Viens petite fille dans mon comic strip / Viens faire des bull's, viens faire des WIP! / Des CLIP! CRAP! des BANG! des VLOP! et / des ZIP! SHEBAM! POW! BLOP! WIZZ!

Ayer, mientras (casi) todos festejaban que España va bien aunque sea mentira, otros fuimos a los Verdi en busca de un (fran)chute de cinefilia. Misión cumplida. El biopic de Serge Gainsbourg que se ha marcado el dibujante de comics Joan Sfarr provocará gemidos de Je t'aime moi non plus a los fans del feísimo y genial cantante francés. Conmigo lo logró y acabé enredado entre las sábanas con Brigitte Bardot (o Laetitia Casta, lo mismo da), ansioso por bailar pop al son de France Gall y dispuesto a buscar en el espejo de la conciencia un alter ego tan existencialista y tan fatal como los de Gainsbourg y Boris Vian.
Francia entera se ha vuelto loca con la película. España entera se ha vuelto loca con el fútbol y aquí los críticos dicen que Gainsbourg ni fú ni fá. Conclusión: mejor estábamos en Francia.

P.D. Además de Comic strip llevo todo el día tarareando Initials BB. Es como si la Bardot me hubiera mandado a paseo a mí también.

P.D.2. De los biopics odio, entre otras cosas, que al final siempre muere el protagonista. Lógico, pensaréis, tratándose de vidas reales de tipos que han muerto. Pues bien, en éste no hay entierro. Porque esto es un cuento y no hay (casi) tragedias que valgan.

P.D.3. Los de la foto son Gainsbourg y Boris Vian esperando un taxi.

miércoles, 7 de julio de 2010

El sueño eterno


Se acabaron los días de vino y rosas. Madrugo desde el día 1 y supongo que Dios me ayuda, pero hasta el momento no me ha preparado un solo café. Un café solo, por favor. En mi nuevo trabajo tengo un ordenador con la pantalla muy grande y un montón de compañeras (ellas todas) que miran absortas sus respectivos monitores porque al parecer no les importa un carajo que haya chico nuevo en la oficina. Yo a lo mío.
Lo malo de madrugar es todo porque, a pesar de lo que dice la gente, las tardes no se aprovechan nada: dormitas y cabeceas en el sofá hasta que te das cuenta de que es hora de ir a la piltra. Un desastre. Al menos, entre bostezos relleno este blog y actualizo el nuevo, Gastrofilias (y Fobias). Estáis todos invitados a visitarlo sin parar, más todavía si os esforzáis un poco y escribís comentarios.
Por lo demás, la vida me sonríe. Y desde las siete de la mañana en adelante, con lo cual me sonríe más tiempo. Eso que me llevo.

P.D. Supongo que hoy todos verán el fútbol. Que gane el mejor. Y, para celebrarlo, Fútbol, de Carlos Berlanga. Por cierto, me quiero comprar el recopilatorio que acaban de publicar, Reproches y vehemencias. Una buena recomendación en este post dedicado al autobombo.

P.D.2. El domingo me compré en el Rastro Myron, de Gore Vidal. La segunda parte de Myra Breckinridge. Nunca me atrevería a decir que es una gran novela, principalmente porque es un auténtico folletín de medio pelo. Una caca. Sin embargo, va perfecto para las huelgas de metro. Y para los madrugones ni te cuento. Otra cosa: los que ilustran esto son Calvin&Hobbes, mi comic favorito cuando todo era más fácil.

viernes, 2 de julio de 2010

La canción del verano


Ayer estuvimos rebobinando cintas viejas en YouTube. Superados ya los tiempos en que dábamos vueltas al cassette con un boli Bic (¿quién no lo ha hecho alguna vez?), ahora lo fetén consiste en teclear nombres de grupos y bailar desde el sofá. O eso o Spotify, pero yo sigo sin invitación y mi Mac no tiene quien le cante.
Nunca sería capaz de escribir una lista con mis diez canciones favoritas, pero creo que sí me atrevo (lo voy a hacer, sí) a enumerar las que más he escuchado, las que siempre me vienen a la cabeza cuando no hay nada mejor que hacer y las que me hacen sonreír sin saber muy bien por qué.
Ahí van:

-Let's spend the night together (Rolling Stones)
-Near wild heaven (REM)
-If i could talk I'd tell you (Lemonheads)
-Starman (David Bowie)
-I want you back (Jacksons Five)
-La estatua del jardín botánico (Radio Futura)
-Wouldn't it be nice (The Beach Boys)
-Homeward bound (Simon & Garfunkel)
-Disco 2000 (Pulp)

Podría haber sido más sincero y reconocer que ayer también tecleé Manic Monday, de The Bangles. Que me paseé entre las coreografías ochenteras de Bananarama. Que tarareé sin éxito lírico un par de temas de Rick Astley. Y, lo mejor de todo, que recordé mis primeras salidas nocturnas (a las diez en casa, eso sí) con temazos tan horteras como Quiero verte de Ray y A dónde vas de Cetu Javu

P.D. Si volviera a escribir este post me saldría otra lista distinta. La primera, quiero decir. La segunda la mantendría intacta. Horteras somos y en los bares cool nos encontraremos intentando disimularlo.

P.D.2. Ilustro con foto de los Jackson Five porque así recuerdo a Michael en el aniversario de su muerte y, de paso, añado que siempre recordaré el verano pasado, cuando escuchábamos Billie Jean a bordo de una furgoneta de alquiler. El momento más feliz.

domingo, 27 de junio de 2010

Tiempo de verano


En los melodramas sureños casi siempre ocurre lo mismo: incendios y sofocos. Pasiones tórridas y secretos húmedos. Puertas cerradas a cal y canto y ventanas abiertas de par en par. Con tales premisas podría hablar de "El largo y cálido verano", cuyo título en inglés rezuma gotas de sudor incluso: "The long, hot summer". También de "Picnic", "Baby Doll", "Un tranvía llamado deseo" y "De repente, el último verano". Os dejo la posibilidad de ampliar la lista y de buscar las convergencias entre ellas, desde los héroes solitarios en camiseta de tirantes (aquel uniforme del Actor's Studio) a las solteronas locas interpretadas por actrices descomunales (Angela Lansbury, Rosalind Russell, Katharine Hepburn...)
Acabo de deducir con evidente simpleza que tanta obra maestra, perfecta cualquiera en estos días de rayos y truenos, se debe a la importancia de llamarse Willy. Me explico: William Inge, Tennessee Williams y William Faulkner firmaron algunas de las mejores tramas de la literatura estadounidense del siglo XX. Los tres se llamaban parecido y los tres nacieron en el fondo sur (Kansas y Mississippi nada menos). No sé si a alguien le interesará la rivalidad entre estados más allá de las alienaciones (he escrito bien) futbolísticas. Da igual: que gane el mejor, pero yo siempre preferiré la asfixia de los perdedores. Cuestión de gustos.

P.D: En "The long, hot summer" Paul Newman se convirtió en moderno Tom Sawyer y el Festival de Cannes se lo agradeció a lo bestia, premio incluido. Tres años antes (1955), William Holden hizo algo parecido en "Picnic", pero a él sólo le jalearon las adolescentes sudorosas mientras Kim Novak lubricaba a todo escote el bendito sueño americano.

P.D.2: Recomiendo dos canciones: "El bello verano" de Family (como el libro de Pavese, que también recomiendo) y "Another sunny day", de Belle & Sebastian. Verano y pop, sí.

domingo, 20 de junio de 2010

Cierta quemazón (de azoteas y piscinas)


Quemado por el sol (cine ruso). Ada o el ardor (literatura rusa). Quemar después de leer (cine americano). Un lugar en el sol (literatura americana). España sol y playa (sabiduría popular).
Podría dar mil rodeos. Podría soltar largas parrafadas repletas de (muy) calenturienta pedantería. Podría esquivar la realidad con una sobredosis de literatura soleada. Pero nada serviría para obviar la realidad: me he quemado como un cangrejo. Mi primer día de piscina, doce horas a "plein soleil" (como Alain Delon pero en mal), se ha saldado con un rosa tan intenso como febril. Me consuela que, si "tout va bien" como diría Godard (el blanco perfecto), mañana luciré cierto bronceado. Cierto pero cierto.
Por cierto, que la piscina elegida como freidora corporal se encuentra en una azotea de Chamberí. Es un secreto de barrio y allí sólo vamos los elegidos. Los no elegidos, que son el resto, se jactan de frecuentar las azoteas modernas de la Gran Vía. Peor para ellos.
Hoy, para celebrar tanto ardor, cenaremos ensalada y patatas asadas. Asadas como mi espalda.
La banda sonora que me viene es "Baby's on fire", de Brian Eno. ¿Y película? "La ciénaga", claro. Cuál si no.

P.D.: Lo mejor para no quemarse es no tomar el sol. En caso de no seguir este consejo, tómate una aspirina al llegar a casa y búscate a alguien que te quiera y te embadurne de aftersun en las partes más inaccesibles (en la espalda, quiero decir). La foto es de "La ciénaga". Feliz lunes.

domingo, 13 de junio de 2010

Sesión de domingo


John Cassavetes participó en la película "The Killers", genial adaptación de la novela de Ernest Hemingway. No lo sabía y mira que la he visto veces. Estoy leyendo la biografía de Cassavetes, un tipo que siempre me interesó, aunque quizá no tanto como para lanzarme al enorme libro que robé aquella vez de las estanterías del averno. Anteayer rompí el maleficio y estoy tan enganchado que ya llevo un puñado de páginas bajo la influencia (sic). Sin embargo, hoy he preferido aparcarlo un rato y ver una comedia de ésas que sueltan las televisiones después de comer para amansar al rebaño. Pacemos en paz
El tocho del que hablo se llama "Cassavetes por Cassavetes", lo edita Anagrama y va perfecto para descubrir del todo al padre del cine independiente americano. Quizá por eso esta noche sería perfecta para recordar "Opening Night" o "Faces", pero hoy ya está cerrado el plan: ver a la Magnani en "La rosa tatuada". Plan mayúsculo. Aunque quizá habría sido mejor rendir homenaje a "El apartamento" de Wilder, por aquello de que acaba de cumplir 50 años según dicen las hemerotecas. Ahí va un guiño al menos:

C.C. Buster: -El espejo...se ha roto.
Fran Kubelik: -Ya lo sé. Y me gusta. Así me veo tal y como me siento.

P.D. Y un guiño más: cenaremos espaguetti al estilo Jack. With Lemmon.

jueves, 10 de junio de 2010

La tarta caníbal


Hace un par de años o así, el libro gastronómico de Alex Kapranos sirvió para que el rock y la cocina se hicieran extraños compañeros... no sé si de cama, pero sí al menos de espacio en las estanterías posmodernas. Mucho antes, el brutal escritor y dibujante Roland Topor, del grupo Pánico (como Jodorowsky y Arrabal), publicó un recetario gore que desde aquí recomiendo: "La cocina caníbal".
Por mi parte, y como pequeña aportación a la causa, anteayer hice una tarta de galletas y crema pastelera que tenía poco de rockera, de acuerdo, pero significó mi debut en la repostería.
Me gusta la gastronomía porque me gusta comer. Por eso mismo me aburren los restaurantes modernos y las pretensiones desestructuradas de ciertos chefs. Desde mis modestas atalayas defiendo los chuletones, las gambas rojas a la plancha y los cocidos de toma pan y siesta.
Quizá reconvierta este blog en un diario gastronómico. O quizá no, porque sigo con el miedo a que otros me roben las ideas. No supero el trauma ochentero del Copyright, lo sé.
La receta de la tarta es muy sencilla: galletas trituradas y apelmazadas con mantequilla, dos sobres de flanín mezclados con poca leche para que el resultado sea obscenamente espeso y unas frutitas cortadas en rodajas como toque final. Manzana y kiwi, por ejemplo.
Otro día publicaré cómo preparo la ensalada de lentejas. O mejor todavía: plagiaré la receta de "El bobo adornado", de Topor. Eso sí es surrealismo caníbal.

P.D. El dibujo es de Topor, por cierto.

miércoles, 2 de junio de 2010

Un poco de beat


Perdón si ofendo, pero cuatro son muy pocos seguidores para que de verdad me crea este rollo del blog. Importante es contar historias, pero sólo si alguien las escucha-lee-toca-huele-ve. El típico asunto del emisor-receptor, que decían en la facultad de Periodismo por aquello de rellenar horas entre tanto vacío teórico.
¿A qué dedico este rato de descanso entonces? Podría hablar de Mad Men, pero ya que otros me pagan por hacerlo me reservo la exclusiva. Sigo enredado con Mark Twain, así que no hay novedades literarias que añadir. De cine paso porque la cartelera últimamente me da pereza. Prefiero los dvd: compré "Factotum" el otro día y me gustó. Para quien no la haya visto, es un pseudobiopic silencioso (silencioso porque apenas hay diálogos) sobre Charles Bukowski, el escritor favorito de los estudiantes de Periodismo hasta que aprendemos a leer. A mí Bukowski me da un poco de grima. Me aburren sus erecciones, eyaculaciones, máquinas de follar, cañerías musicales y demás parafernalia erótico-lisérgica. Y prefiero a los beats. Bukowski no fue beat, sino el hombre que nunca estuvo allí aunque pudiera parecer lo contrario. Entendamos por "allí" el universo paralelo en el que bailaban los cerebros de Kerouac, Ginsberg y compañía. "Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques", por cierto, libro inédito (inédito hasta que lo publicaron) de Kerouac y Burroughs, es tan divertido que te dan ganas de haber sido beat. Mentira: la realidad es que siempre he querido ser beat. O Gainsbourg. Pero ésa es otra historia.

P.D.: Jack Kerouac también tenía gato. Se llamaba Tyke y le dedicó unas líneas. Si para ser beat hay que tener gato y escribir sobre él... me voy acercando al arquetipo.

lunes, 24 de mayo de 2010

En la cama con Mark



He pensado que ya es hora de actualizar. Un segundo después he pensado que no tenía nada interesante que añadir. Dos segundos después he comenzado a escribir. Tres segundos después ya estoy soltando tonterías. No soy nada moderno, porque las buenas ideas las reservo para el papel. No me fío de los blogs. No creo en ellos, al menos no en el mío. Sé que no tengo razón, que aquí está el futuro. O el presente. Pero me parece una chorrada.
Podría hablar de cine. De piscinas. De lobotomías. De escrituras. De Mark Twain. De lo bien que escribía Mark Twain. Anteayer me compré Huckleberry Finn, como si no lo hubiera leído ya. Me gustó la edición de Salvat, amarillenta y olorosa. Los libros que no huelen no son tan libros. Yo me entiendo.
Al final he hablado un poco de Mark Twain. De lo demás, nada. Lo dejo para el papel. De esta manera me aseguro de que, al menos, mis escritos sirvan para envolver el pescado.
El que quiera peces que se compre uno naranja.

P.D.: Mark Twain escribía igual que yo, tirado en la cama entre almohadones. Las distancias están salvadas. Un poco al menos.

sábado, 6 de marzo de 2010

Psicosis


Hitchcock,que era más listo que el
hambre que no pasaba, les dijo un día a los de la Paramount
que sacrificaría su sueldo si a cambio le dejaban
rodar «Psicosis». Le respondieron que sí, se ahorraron
250.000 dólares y luego tuvieron que darle dinero a
espuertas porque la letra pequeña del contrato rezaba
que el director se llevaría el 60 por ciento de los beneficios.
Viene esto a cuento porque se cumplen ahora cincuenta
años del día en el que el orondo maestro firmó la
mejor película de terror de la historia, amén de la primera
producción de Hollywood en la que una rutilante estrella
protagonista, Janet Leigh en este caso, apenas dura
viva cuarenta minutos. Así de genial era Hitchcock, capaz
de degollar en pelota picada a una de sus rubias y,
entre medias, calzar a la puritana sociedad americana
una sobredosis de complejo de Edipo, perversiones sexuales
y travestismo gerontófilo. Y todo a cambio de un millón
de dólares, que es lo que costó rodar en poderoso
blanco y negro el asesinato más higiénico de la historia;
una ducha y listo.
«Psicosis» fue un éxito incomprensible, pero no porque
no mereciera serlo, sino porque la gente pegaba tales
gritos en el patio de butacas que ni se enteraba de lo que
estaba sucediendo en la pantalla. Sin embargo, a partir
de tan apabullante alarido de gloria, Hitchcock fue
en picado y si acaso picó algo fue con «Los pájaros»,
pero nada más, porque ya lo había logrado todo, la genialidad
mayúscula y enorme de un perverso fenomenal que susurraba guarrerías al
oído de Grace Kelly y llamaba vaca lechera a la vaca lechera
de Kim Novak. Aunque en el fondo, ya saben, él
no habría sido capaz de matar ni a una mosca.

martes, 26 de enero de 2010

Nine. El festín


Tres años antes de comerse un Oscar a la boloñesa por su trabajo en «Dos mujeres», Sophia Loren rodó en Hollywood «Deseo bajo los olmos», claustrofóbico texto de O’Neill que, con aquellos decorados de cartón piedra, exaltaba aún más semejante festín de carne napolitana. A Penélope le pasó lo mismo en su cruzada americana, que al principio era todo escote y al final es todo talento; talento a escote también porque esta vez son todas las que ponen trozo en la tórrida barbacoa de «Nine».
Ciertos críticos sesudos se han hecho de cruces, no sé si tan grandes como las que lucen las actrices del reparto entre un pecho, el otro y la espalda, porque dicen que el filme no es más que un remedo «kitsch» del «Ocho y medio» de Fellini. Ya. Por eso es «Nine» y por eso no engaña a nadie, al menos no a quien esto escribe, que después de verla se quedó con ganas de morder el muslo de Penélope en una pensión de chinche y palangana, dejarse acunar por «mamma» Loren encaramado a su sostén y casarse una y mil veces con Marion Cotillard, la novia de Francia, así que la boda sería en París.
«Nine» es exceso, es Cinecittà cuando allí rodaban genios y no los colegas chuscos de Berlusconi, es Hollywood de cartón piedra y actrices que cantan susurrando como lo hacía Marilyn, sólo que ellas con intención de calzarse al mejor actor del mundo, un Daniel Day-Lewis tan descolocado que no sabe si reír, llorar, pasarse el dedo por la boca a lo Belmondo o sumergirse en esta bacanal de sexo y casi rock and roll. Al final, opta por lo último sin que la alargada sombra de Mastroianni asome ni una sola vez, porque esto no es «Ocho y medio», esto es «Nine», y tanto nos monta Fellini como Penélope montada en unos Louboutin. Por eso, esta vez, que el Oscar se lo dé Sophia Loren. Y que se lo coman a escote.

martes, 19 de enero de 2010

HANEKE


Hubo un día en que aquel profesor, adicto al distanciamento brechtiano hasta cuando daba sorbos al café y a diseccionar películas tan violentas como «Bambi» y «Perros de paja» (dos adorables casos de bestialismo cinematográfico), decidió darnos caña y latigazo a golpe de «Funny games». Uno ya sabía de las fechorías de Haneke gracias a «Benny’s video» –brutal perversión que escupe a la cara de quienes compran aparatos a sus hijos para que no den la tabarra–, pero con la nueva ración de mal rollo pronto añadí una muesca en la lista de cosas que no haría jamás ni sometido a presión guantanamera. La primera consistía en no sacrificar cerdos a punta de pistola. La segunda, en no abrirle la puerta al vecino bajo ningún concepto, tampoco cuando me pidiera un par de huevos con sonrisa de burgués hambriento. Curiosamente, el tiempo me dio la razón y al vecino ni agua porque el miedo es libre y el cine, no lo olviden, un espejo de las miserias cotidianas.
Después de aquello, Haneke siguió empecinado en rebanarnos las conciencias con asuntos tan febriles como el de esa pianista tendente al «allegro» sadomasoquista, al «rasch» que diría Beethoven, o aquel otro de un matrimonio que, paralizado por la imagen fija de su casa en formato VHS («Caché»), convertía su rutina en un agónico rebobinar. Tal marcha atrás significa en la filmografía de Haneke esa imposibilidad de deshacer que diría Gómez de la Serna en su emoción destructora, y a eso se refiere el cineasta en «La cinta blanca», obra maestra que ya está aquí para quienes pasen de avatares. Los antecedentes del mal, del nazismo esta vez, se presentan como caldo de cultivo de una sopa atragantada que sólo Haneke es capaz de cocinar. Y que unos cuantos estómagos agradecidos devoramos con nauseabundo placer.

viernes, 15 de enero de 2010

Ramon(z)ín


Vamos a jugar al juego de las marcas. Consiste en que yo les digo marcas de productos variados, entre medias cuelo una que no lo es y ustedes tienen que adivinar cuál es el topo. Es muy fácil. Ahí va: Coca-Cola, Rolex, BMW, Converse, La Razón, Ramonzín (con «c») y Vodafone. ¿Ya?
Vale; han perdido. Ramonzín (con «c»)sí es una marca, no sabemos si de pollos fritos o de qué, y quien no se haya enterado que se dé una vuelta por el espeluznante mundo de la información porque el asunto es para tal y no echar gota. Ayer, la noticia del día sin contar con las cosas serias consistió en que el artista, cuyo nombre, tanto con «c» como con «z» sortearé a partir de ahora no vaya a ser que me caiga un paquete, avisó a los navegantes de lo caro que puede salirles citar su nombre en vano. Es decir, que cuidado con referirse a él si el motivo para hacerlo no se ciñe a gestas estrictamente profesionales. Tarea difícil por otra parte.
Las opciones tras escuchar tamaña memez se limitan a dos: o pasar de largo porque no hay mejor sordo que el no quiere oír (aquí incluimos determinados géneros musicales) o apuntarse el tanto y entender que todos, en el fondo, somos dueños de nuestro nombre y que éste puede convertirse en rentable filón con un mínimo de astucia. Resulta que, en mis cada vez más frecuentes y onanistas ejercicios de «egosearch» (eso que hacemos todos y que consiste en buscarse en Google), me he topado con «bloggers» que prefieren verme caput, piratas que fusilan artículos publicados en este periódico y dardos sanguinolentos lanzados a go-gó. Eso, sin haber sido jamás un ídolo de masas, sin que nadie me haya coronado rey excepto mi santa madre y sin que litros de alcohol corran por mis venas, mujer. Está claro: la guerra ha comenzado, el Gran Hermano, (ahora sí) somos todos y tonto al que no le citen.

miércoles, 13 de enero de 2010

Larra

En «La vida de Madrid», Larra escribió algo clave, imagino, para que le atribuyeran la paternidad del periodismo moderno. Esto es: «Soy periodista; paso la mayor parte del tiempo, como todo escritor público, en escribir lo que no pienso y en hacer creer a los demás lo que no creo. Esto es, que mi vida está reducida a querer decir lo que otros no quieren oír». Luego se pegó un tiro, pero eso todavía no viene a cuento.El bicentenario del nacimiento de Larra es la excusa, siempre los años redondos, para que la Biblioteca Nacional haya montado una exposición colosal sobre el escritor, ése que a todos nos suena por su «Vuelva usted mañana» y que, con 1,60 metros de estatura y 27 años celebrados, una corta vida se mire por donde se mire, revolucionó los entresijos del periodismo patrio. La manera de lograrlo ahora suena sencilla aunque ahora no se haga: escribía lo que le daba la gana y luego se iba al Parnasillo para charlotear y hacer tiempo en lo que los receptores de sus dardos envenenados entraban por la puerta con intención de sacarle a él por la ventana.Como verán está todo inventado, de ahí que más de un guantazo se llevara el pobre aunque en el sueldo le fuera tal riesgo, pues según cuentan cobraba 14.000 euros mensuales al cambio: pastizal suficiente para sufragar un piso coqueto, tres empleados, un coche de caballos que aligerase la cuesta de la Montera –allí antes había corceles en vez de jineteras–, una esposa, tres hijos y alguna que otra amante, porque golfo era un rato. Al final, y ahora sí que viene a cuento, Larra, que era un romántico como casi todos por aquellos días, se suicidó con varias pistolas ya que varias son las que circulan por los caminos de la imaginería popular. Pero aquel tiro no fue sólo por amor, sino porque él siempre quiso ser una estrella del rock. Y lo consiguió, claro.